sábado, 13 de marzo de 2010

Conozcan al verdadero Coronel Trautman


Mandíbula litoforme, inconfundibles rasgos anglosajones, solapa cargada de metal. El parecido es notable. Si no fuese por esa mirada de lobo estepario algo melancólico que Richard Crenna nunca podría imitar. El de la foto es Robert L. Howard. Coronel (retirado) del U.S. Army, Fuerzas Especiales. Medalla de Honor del Congreso y otras 7 inferiores al valor. El soldado norteamericano más condecorado de la segunda mitad del siglo XX.


En Vietnam los conscriptos estaban obligados a servir un año, y ya era más de lo que les apetecía saber del lugar. Los oficiales y suboficiales profesionales solían pasar dos, para hacer méritos. El que le cogía gusto al país se quedaba tres, pero el Kurtz de Apocalipsis Now, otro coronel de Boinas Verdes, se inspiraba en ese tipo de gente. Howard combatió 58 meses en Vietnam.
¿Sabéis esos héroes de las películas, que vuelven a casa y guardan las medallas en un cajón y no hablan con nadie de lo que hicieron y, en el fondo, se sienten un poco culpables y nada orgullosos de haber matado a tanta gente por un pedazo de metal? Howard no fue de esos. Desde que se retiró en 1992 no perdió oportunidad de dejarse ver con su Medalla puesta. Asistió a recepciones, homenajes y conferencias. Hasta un año antes de morir estuvo visitando a los chicos en Irak y Afganistán. Dando ánimos.
Nunca le oiríais arrepentirse de nada (si tenéis hora y media para ver su última entrevista lo comprobaréis), seguramente era de los que creía que si la Guardia Nacional hubiese hecho su trabajo, apartar a aquellos hippies melenudos de en medio, como él hizo el suyo Hanoi sería hoy Lyndon Johnson City o algo así.
Las guerras cambian, como cambia el tipo de héroe que producen. En 1918, por ejemplo, Alvin C. York, un paleto de Tennessee. Lo único que su jefe de batallón tuvo que hacer fue convencerlo, en lo que básicamente fue una discusión de las escrituras, de que la Biblia decía que estaba bien matar alemanes, para que el tipo se cepillase a 28 en un día. Y eso era lo máximo que permitían los medios técnicos de la época. El fusil de repetición que usó no podía hacer mucho más de 15 disparos apuntados por minuto.
Audie Murphy, otro paleto, este de Texas. Ascendió desde soldado raso a teniente por méritos de guerra. En 1945, un ataque alemán puso a sus hombres en fuga. La citación de su Medalla de Honor dice que se la dieron por quedarse atrás con un teléfono y pedir fuego de artillería sobre los boches hasta que se cansó. Después cogió la calibre .50 de un carro inutilizado que tenía a mano y siguió matándolos. Cuando se cansó de eso, y después de despachar a media docena que pretendían matarlo a él y consiguieron acercarse hasta poderles ver el blanco de los ojos, como estaba ya sin munición, se reunió con su compañía y la dirigió en un contraataque para retomar la posición.
Howard también era de un pueblo pequeño del sur, –queda claro que los chicos blancos del sur matan que te cagas–, y se alistó con 17, la misma edad que Murphy, por el mismo motivo que los chicos de campo se han alistado desde los tiempos de César: para salir del pueblo.
Murphy usó un subfusil para despachar a sus alemanes más cercanos, y una ametralladora también, y probablemente granadas de mano, pero el instrumento con el que causó más muerte y destrucción fue un teléfono y varios miles de metros de cable de cobre. El tipo de hazaña que uno puede esperar en una guerra de la era industrial. El tipo de guerra que Robert McNamara quiso librar alrededor de la DMZ, las ciudades de Vietnam del Sur y el espacio aéreo de Vietnam del Norte. Una eficaz, racional, ordenada y tecnomecanizada guerra moderna donde un teléfono fuese capaz de hacer el trabajo de dos o tres mil Alvin Yorks.


Guerreros y soldados
Hay muchas clases de Fuerzas Especiales (FE), pero en Vietnam, lo explica muy bien el pastiche homónimo de John Wayne, –que encarna a otro coronel de Boinas Verdes, Mike Kirby–, los Boinas Verdes se dedicaron a dos cosas:
Organizar a los montagnards como guerrillas contra el Vietcong (VC) bajo una laxa supervisión de la CIA, que pagaba las facturas, y una aún más escasa supervisión del mando militar regional norteamericano, el MACV (Military Assisstance Command, Vietnam) cuyos oficiales de carrera, en general, consideraban a los Boinas Verdes una panda de chiflados con tendencia a “volverse nativos”.
En segundo lugar se dedicaban a hacer cosas de comando tipo película de comandos. Rollos de espías tras las líneas, sabotajes y demás. Aunque probablemente con menos mujeres fatales y carreras en Citroen Tiburón de las que se ven en la película.
Para cuando, en el verano de 1965, Howard y sus compañeros de la 101ª Aerotransportada llegaron a Vietnam, los Boinas Verdes llevaban ya un lustro librando su propia guerra particular y, aunque no les iba mal, el hecho de que llegase Howard y sus compañeros, y miles más tras ellos en número siempre creciente para tratar de hacer que el VC se aviniese a jugar según las reglas de McNamara, dejó claro que no habían conseguido su objetivo que era, en primer lugar, evitar tener que desplegar Alvin Yorks, –y sus teléfonos–, en número creciente.
Howard estaba convaleciente de la herida que le dejó esa cicatriz que se le ve debajo del ojo derecho, cuando se encontró en el hospital a uno que conocía del curso de paracaidistas. Hay que decir que para entonces Howard llevaba ya 9 años en el Ejército, lo que es importante. York y Murphy fueron ciudadanos soldados, civiles de uniforme. Los movilizaron y cuando terminó el jaleo, colgaron las botas y volvieron a casa a seguir con sus vidas. Howard y su colega eran suboficiales profesionales. Hablaron de los viejos tiempos y unos días después lo captaron para las Fuerzas Especiales.


Robert S. McNamara, waging war...
(Foto desconocido)

Así funcionaba. A McNamara le hubiese dado un ictus de ver cómo llevaban a cabo los Boinas Verdes su reclutamiento porque no tenía nada de ordenado ni de racional, aunque fuese desde luego eficaz. Era un sistema más bien feudal. El amigo de un conocido que te conocía de algún otro fregado te recomendaba y entrabas, o no, en una unidad de élite. Más o menos el método con el que Godofredo de Bouillón reclutó a sus cruzados. “Oye, tengo un colega que está organizando algo para Jerusalén, ¿te interesa?”, etc… Pero sin teléfono.
Howard no fue a organizar montagnards. Entró por la puerta grande. Pasó del Proyecto Delta, que era una unidad de reconocimiento de largo alcance, o LRRP en jerga, al MACV-SOG, que se encargaba de los rollos serios de comandos.
Aunque más tarde la guerra secreta en Indochina adquiriría su propia dinámica y se saldría de madre como casi todo lo demás, hay que admitir que, en un principio, era de buena lógica militar operar contra el aparato logístico comunista. Al estar la ruta Ho Chi Minh, por un accidente nada inocente, en territorio de dos países neutrales era inevitable recurrir a medios heterodoxos.
El MACV-SOG era el más heterodoxo de esos medios, y Delta la cantera de la que salían sus alevines.


Serious Business
Como el MACV no estaba autorizado políticamente a dirigir operaciones militares fuera de Vietnam, sencillamente no se puso al MACV-SOG, cuya razón de ser era, precisamente, operar fuera de Vietnam, bajo su mando. El SOG, siglas inglesas de Grupo de Observación y Estudios, tenía una cadena de mando separada e independiente que provenía de algún punto de las más altas instancias donde confluían la CIA, el Departamento de Defensa y las nebulosas profundidades de las guerras encubiertas en Laos y Camboya.
Lo cual seguramente hacía muy feliz a Westmoreland, que ya tenía bastante con las excentricidades tipo Coronel Kurtz de los Boinas Verdes de los campamentos sin tener que preocuparse por la guerra sucia que los del SOG llevaban a cabo.
Porque el SOG, a parte de misiones LRRP típicas, especialmente BDA (Bomb Damage Assessment) para los bombardeos en Laos y Camboya, y rescatar prisioneros y aviadores derribados tras las líneas, se dedicaba a establecer redes de agentes, volar cosas, secuestrar líderes enemigos, ejecutar las eliminaciones selectivas del Programa Phoenix, y realizar operaciones psicológicas, cortando orejas y cosas así, o plantando emboscadas mecánicas. O sea, bombas trampa en los caminos, más o menos lo que los Talibán hacen ahora en Afganistán y los norteamericanos llaman IED. Todo lo que un participante describió como, en esencia, puro y simple terrorismo.


El Horror...
Uno del MACV-SOG poniéndose existencialista.
(Foto Lee Burkins)

Por eso mismo, y especialmente porque era terrorismo perpetrado en países neutrales, –Delta hacía exactamente lo mismo, sólo que dentro de Vietnam, lo cual, parece, estaba OK–, sus misiones eran secretas y encubiertas, y sus operativos actuaban sin ninguna identificación.
¿Sabéis ese rollo de las películas de “si le capturan negaremos todo conocimiento”? No lo inventaron en el SOG, pero desde luego fueron los primeros en usarlo a gran escala. Antes de eso la CIA solía tener cuidado de usar sólo locales para sus chapuzas, –por ejemplo cubanos para lo de Bahía de Cochinos–, y rara vez se empleaba personal militar norteamericano sobre el terreno. Pero… las guerras cambian. Después de todo, ¿qué sentido tenía negar que ese tío del OSS que la Gestapo va a pasar por la picadora después de pillarlo infraganti volando un puente no trabajaba para uno? ¿Es que los nazis estaban en guerra con alguien más?
No es que los comunistas vietnamitas fuesen más tontos que los nazis de las películas, y ya se podían imaginar de donde salía un chico blanco, capturado en Laos, que sólo hablaba inglés con acento del sur y chapurreaba algo de Rhade. El chico podía haber llevado encima el carnet de la biblioteca de su pueblo, como ellos mismos estaban pasándose por el arco la neutralidad laotiana los comunistas eran los menos interesados en montar un escándalo.
Laos, de todos modos, era la casa de tócame Roque. Los SOG solían ir a Laos hasta en los ratos libres. Cogían uno de los helicópteros y se iban a cazar cerdos para montar las barbacoas bien regadas de cerveza que constituían sólo uno, y probablemente el más inocente, de los síntomas del absoluto desapego a los valores de la sociedad convencional en los que vivían y operaban. Ir en helicóptero a todas partes, volando cosas y matando a recaudadores de impuestos del VC, –o cerdos salvajes–, con tus amiguetes hace una experiencia hedonista que ríete tú de ser un beatnik con una novia maoísta, fumar hierba y hacer arte experimental.


"¡Esta noche churrasco y peli de Truffaut!"
(Foto desconocido)

Los Boinas Verdes ya eran, y se comportaban, como una élite, pero el MACV-SOG que se entrenaba a sí mismo, y se armaba y vestía como lo considerase oportuno estaba a una galaxia de distancia en lo tocante a elitismo. Los SOG no respetaban a nadie que no hubiese estado “al otro lado de la valla”, –en una misión al otro lado de la frontera–, y sus pases especiales, las famosas “tarjetas de salir de la cárcel” que estipulaban que su portador operaba bajo las órdenes directas del Presidente y podía hacer lo que quisiese, –desde ir vestido de civil hasta requisar lo que creyese oportuno–, no ayudaban.
Con Howard, y el SOG en general, la cosa era más de Willard que de Kurtz. Porque cuando pones juntos a un montón de chicos blancos, –los Boinas Verdes tenían una tasa anormalmente baja de candidatos negros en comparación a la media de otras especialidades del Ejército–, sin nada mejor que hacer que quedarse por Vietnam en plena revolución sexual y lo llamas Grupo de Observación y Estudios… amigo, puedes apostar tu culo a que lo único que observan y estudian es como añadir nuevas formas de matar con sus manos desnudas a las doscientas y pico que ya conocen.
Sin embargo no eran Rambos. En las fotos la mayoría parecen incluso bastante esmirriaditos. Son los Boinas Verdes de hoy en día, los que se criaron viendo las películas de Stalone, los que están híper musculados y hacen hincapié en eso del código del guerrero y el mata-mata. Estos eran más del rollo “soy una piedra” que del rollo M-60 a mano alzada y ensalada de tiros, y, por una de esas ironías del destino, el arma más mortífera de la colección que solían llevar encima era la radio VHF con la que podían pedir devastadores ataques aéreos en cuestión de minutos.


Superior: Fornidos Boinas Verdes en Afganistán.
Inferior: Miembro del MACV-SOG en Camboya.
No sé a vosotros, pero a mí me parece mucho más peligroso el segundo.
(Foto National Geographic y desconocido).

Fue con el SOG donde nominaron a Howard no una sino tres veces para la Medalla de Honor en un periodo de trece meses entre 1968 y 1969. Lo que no es de extrañar dado su modus operandi.


Ejército privado
Las misiones del SOG comenzaban con un periodo de “aislamiento” de siete días durante los cuales se dedicaban a preparar la misión, rutas, objetivos, etc. Los dos o tres americanos y la media docena de nativos, –mercenarios nung, montagnard y desertores del VC–, que formaban un equipo dormían todos juntos, comían comida local y no se bañaban, para que sus olores corporales fuesen tan orgánicos que no los delatasen en el matojo.
Después los insertaban dentro de un país en el que no debían estar y quedaban a su suerte. Si las cosas iban mal lo único que quedaba era pedir ataques aéreos y replegarse cagando leches con un montón de Charlis pisándote los talones hasta una LZ para una extracción que generalmente consistía en atravesar el techo de jungla colgado como una morcilla de una cuerda que te tiraban desde un helicóptero.
Si las cosas iban mal de verdad, lo único que podías esperar era que mandasen una Hatchet Force, 5 americanos y 30 nativos, para rescatarte de fuerzas enemigas que rara vez bajaban de 2 o 300 hombres, o para recoger tu cadáver. No fue coincidencia que le diesen la Medalla de Honor a Howard por ir en una de esas Hachet Forces en diciembre de 1968.
La citación de la suya, y la de las otras 4 que recibieron miembros de su misma unidad, –la unidad tamaño compañía más condecorada de la historia–, son curiosamente similares. Todas hablan de estar herido tras las líneas, rodeado de un enemigo superior en número, y arriesgar el pellejo para rescatar a compañeros heridos bajo el fuego y después defenderse hasta que llega el rescate. Algunos de los hombres más letales del arsenal estadounidense recibieron Medallas de Honor por actos samaritanos de rescate de compañeros. Antes daban las Medallas de Honor por otras cosas. La citación de Murphy habla explícitamente de matar o herir a 50 alemanes. Pero los tiempos, ya se sabe, cambian.
No quiere decir que no lo hiciesen. Podéis apostar el cuello a que hubiesen cargado sobre las mismas puertas del infierno para rescatar a un colega. Tendréis que reconocerles eso. Quiero decir que hay cierta ironía en que la Medalla de Honor fuese por rescatar a un camarada herido en un país en el que no debería estar y al que quizás había ido a hacer cosas que avergonzarían a su madre y hasta a la madre de Nixon.


Área donde Howard ganó su Medalla de Honor.
La línea negra que cruza diagonalmente la parte superior derecha
es la frontera camboyano-sudvietnamita.
(Foto Task Force Omega)

Las 5 citaciones de la compañía de Howard mienten sobre el lugar donde tuvieron lugar los hechos. Hoy ya no sorprende a nadie decir que hubo operaciones militares norteamericanas en Camboya y Laos. Hasta el SOG fue desclasificado hace tiempo y la unidad recibió un homenaje y una Presidential Unit Citation, una especie de palmadita en la espalda colectiva.
Pero no era así cuando un Nixon rampante, –estaba a punto de ser reelegido por una de las mayores diferencias de la historia–, le prendió personalmente la medalla en la Casa Blanca. Tampoco fue coincidencia la lluvia de medallas que recibieron aquellos guerreros de élite de una unidad clandestina. La concesión de la Medalla de Honor es un acto tan político, o más, que cualquier otro en el que esté implicado el presidente de los EE.UU. y es difícil creer en las coincidencias durante el reinado de Nixon. Quienes sabían donde se habían ganado aquellas medallas captaron el mensaje y con eso bastaba.
En Indochina, las Fuerzas Especiales, en conjunto, obtuvieron un total que varía según las fuentes entre 14 y 19 Medallas de Honor, un 10% del total del Ejército y más que toda la Fuerza Aérea. Al empezar la guerra ni siquiera eran una rama del Ejército, como la Artillería o los Ingenieros. Eran una mera especialidad. Pocos oficiales se ofrecían para mandar unidades de Boinas Verdes. No era bueno para la carrera de uno. El Ejército no entendía el concepto y desconfiaba de su utilidad
Al terminar se habían convertido en el instrumento discrecional de una Presidencia decidida a llevar a cabo una política independiente de la supervisión, –y los costes–, políticos aparejados al empleo de fuerzas convencionales de conscripción. Siguen conservando esa utilidad, y, probablemente, dentro una o dos décadas más de guerras irregulares seguramente consigan convertirse en un servicio independiente, igual que la Fuerza Aérea lo consiguió después de la SGM.
Howard llegó a coronel, pero eso fue un accidente más que otra cosa. Le ascendieron a oficial por méritos de guerra en 1969 y después ya todo fue escalafón. Cuando Trautman apareció con su gabardina y su comprensión del veterano victimizado en la tienda del Sheriff, Howard llevaba casi una década entrenando a una nueva generación de Boinas Verdes y Rangers. Crenna murió en 2003 de cáncer de páncreas, lo mismo que mató a Howard en diciembre de 2009. Esas son todas las similitudes entre ambos.






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Imagen de cabeza: Richard Crenna vs. Robert L. Howard. Montaje sobre su foto oficial disponible en la Robert L. Howard Tribute Page.
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Comentarios libremente inspirados en:


Kelly, Francis J., US Army Special Forces, 1961-1971 (Washington DC: Center of Military History U.S.A., 1989). Disponible online en:
http://www.history.army.mil/books/Vietnam/90-23/90-23C.htm
Karnow, Stanley, Vietnam. A History (Mechanicsburg, PA: Stackpole, 2005).
Plaster, John L., SOG: The Secret Wars of America's Commandos in Vietnam (New York: Simon & Schuster, 1997).

www.projectdelta.net/history.htm
www.specialoperations.com
www.macvsog.cc




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